Las horas pasan tranquilas aquí. Pocas cosas modifican la rutina diaria.
Hoy ha sido distinto: por la mañana la niña sin rostro aparta la valla, avanza,
agarra las rosas mustias y las cambia por otras más lozanas. Son rosas amarillas.
Muy bonitas. La muchacha, clava las rodillas al piso y con las manos unidas
susurra una oración. Afloran las
lágrimas y un río como una catarata moja su carita infantil. Su carita sin
ojos, sin labios, sin pómulos. Su carita plana. Todo río. Río listo para
provocar una inundación.
Poco a poco, las
lápidas van flotando por un camposanto fluvial. Chocan. Forman una armada
mortuoria. Hasta un muro oscuro. Y lo traspasan. Los villanos, asustados, van hacia
la parroquia. Son oídos por un párroco alucinado. Algunos huidos alcanzan la
montaña, otros nadan por la mar. Muchos acaban ahogados. La niña corta su llanto y da fin a la riada. Dos
ojos garzos dibujan su cara.
Las familias, dan gracias a Dios, más no
confían. La niña sin rostro, ahora con
ojos, ya sin lágrimas, aparta con suavidad las hojas mustias acumuladas junto a
la lápida. La hojarasca oculta lindas palabras para honrar a la difunta, grabadas
a mano. Son primorosos tattos
lapidarios. Frota con garbo la lápida. Al
frotar, asoman las llamas. La villa, sin
pausa, grita asolada por mil fogatas. La
parroquia, arrasada, ya no cobija a sus discípulos.
Casas salpicadas con
tonos rojos y anaranjados absolutos, abrasan a sus inquilinos. Hogar
transformado. Trampa mortal. Formas humanas absortas, oscuras junto al agua. Cuatro vivos por milagro divino.
La niña
ha acabado su labor. Una sonrisa cautivadora dibuja su cara. La lápida brilla
tanto como un sol acariciando una playa agostada. La niña con rostro abandona
un camposanto ora inundado, ora calcinado. Y carga la mochila con una sonrisa núbil y unos
fantásticos ojos garzos.
Ejercicio sin "e";))
Es precioso este relato. Me ha encantado.
ResponderEliminarBesicos muchos.