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martes, 8 de abril de 2014

ATRACCIÓN

Eramos incondicionales del baloncesto. Tirar, pasar y diblar. Hasta el día en que me cubriste un pase y me llamaste Gengis Khan. Quedamos para ir a bailar, aquel sábado a la noche. Meneaban la pista tu traje color hueso, tu camisa floreada y el pelo engominado. Te hacían corrillo y a mí me devoraban los celos. Ajusté mis mallas y acicalé el bigote. Extasiado por aquel vaivén pélvico y con la sangre concentrada ahí abajo como en un émbolo, me senté en la escalinata con las piernas bien abiertas. Y alcancé la bola de cristal discotequera que giré frenético para atraer tu deseo.