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martes, 23 de abril de 2013

Mis favoritos/27

 saretik hartutako irudia

Podríamos considerar el libro de Niccolo Ammanti como una fábula contemporánea:  el protagonista es Fabrizio Ciba, un escritor de éxito que duda entre la fama y el reconocimiento, una secta,  un constructor que compra un parque público de Roma y unos atletas rusos que habitan unas catacumbas.
 La obra se centra en la gran fiesta que prepara el constructor y a la que todos quieren asistir: actrices, futbolistas, políticos... porque todos quieren disfrutar de los fastos y la opulencia que mostrará el dueño de Villa Ada.
 Divertida y algo disparatada, presenta una buena construcción de personajes. Seguro que  veremos reflejadas muchas de las contradicciones del hombre actual.  La novela es cínica, mordaz, decadente. Y atiborrada de personajes, como las películas italianas.
   ¡ Feliz día del libro!

viernes, 19 de abril de 2013

Besos en la mejilla

 Ultimamente, cada vez que mamá se empeña en que salude a sus amigas con un beso, comienzan a sudarme las manos, que escondo entre los bolsillos. Aprieto los dedos y acerco mi boca hacia la mejilla en cuanto mamá me dice: Por favor, Laura, dale un beso a Doña Fulana, la señora del doctor tal, o a Doña Mengana, señora del abogado cual.
 Los días que está irritada, y mamá, por costumbre, se irrita mucho, me lanza a escondidas una mirada de madrastra de cuento, me aprieta el brazo - a veces me hace daño- y me adelanta para besarlas. Entre ella y la niña mala –que me dice que no las bese porque son espantapájaros con perlas- me acaban fastidiando.

Aquella tarde parecía distinta. Nos encontramos con mi amiguita Julia que paseaba con su madre. Nos cruzamos y por lo bajito quedamos en que nos encontraríamos en la calle a jugar, como todos los viernes. Mi mamá y la de Julia se miraron como les gusta a ellas, es decir, por encima del hombro. Luego fuimos al centro, que es donde mamá tiene a sus mejores amigas, todas mayores que ella. Nos encontramos con seis. Tuve que besar a todas. Y sonreír. Ya íbamos a volver a casa, cuando noté que mamá se ponía tiesa como una vara y se arreglaba el pelo y la chaqueta. Por la acera venía su amiga favorita, Doña Virtudes, la señora del notario. Digo la favorita de mamá, porque yo creo que a Doña Virtudes mi madre le importa un bledo. Mamá no se da cuenta porque es un poco miope, pero muchas veces Doña Virtudes nos ha visto -estoy segura, uso gafas- y se ha cambiado de acera.

Besé a la señora, que tenía un collar rojo como una lengua, cuando mamá me lo indicó, pero no se marchó. Esta vez, no debía tener mucha prisa. Mi madre tampoco. Pero yo sí; dentro de una hora Julia bajaría a jugar, no me encontraría y se marcharía a casa. No podría estar con ella hasta el viernes siguiente porque cuando su padre volviese de trabajar, marcharían al apartamento de Laredo a pasar el fin de semana. Cuando Julia no está me viene a visitar la niña mala, que quiere ser mi mejor amiga, pero a mí no me cae bien del todo.
Así que empezaron a retorcérseme los pies en los zapatos, con mi madre sin parar de hablar y Doña Virtudes, que se acercó a pellizcarme la mejilla. Tengo doce años y a ninguna chica de mi edad le gusta que le toquen los mofletes. Estaba rabiosa, los pies me crecían. Así que para evitar darle una patada, le saqué la lengua y mi madre me soltó un sopapo de los gordos. Vamos, de los que me da en casa. Doña Virtudes o señora del notario, se asustó un poco porque le dijo:
- Estela, querida, esos nervios acabarán contigo. Debes tranquilizarte y no tratar así a la pobre niña – y se marchó a todo correr.

A mamá no le gustó. Ella no soporta la palabra pobre. Pero como es su mejor amiga, se tuvo que aguantar. Me cogió por el brazo, que no apretó hasta que desapareció Doña Virtudes. Cuando íbamos en el autobús, camino a casa, tuve que repetirle mil veces lo mala que había sido, que no fui amable con su amiga importante, -como ella dice- le rogué que me perdonase, que no lo haría nunca más.
Mamá estaba furiosa, temía que me pegase con su anillo de piedra gorda hasta hacerme sangre, o lo que es peor, que no me dejase jugar con Julia. Y así fue: me amenazó con quitarme a mi amiga. Si mamá me quita a mi amiga, se quedará para siempre la niña mala a jugar conmigo y eso me asusta mucho. Sobre todo por la noche.
Entre lloros le dije que era la madre más buena y bonita del mundo. Y la de amigas más elegantes. Le dije incluso que yo también creo que papá está equivocado en lo de no hacer amigos importantes. Eso le encantó y con una mirada de esas raras que a veces tiene, me dijo que íbamos a hacer un pacto secreto para que pudiera jugar mucho más con Julia. Sólo tenía que ponerme de parte de mamá cuando discutiera con papá, besar mucho a sus amigas y no sacar la lengua jamás. Lo de ponerme en contra de papá me disgustó un poco, aunque en general estoy contenta porque quiero mucho a Julia.

Ultimamente por las noches me vuelven a sudar las manos y después en sueños me visita la niña mala con la lengua larga como un día sin recreo, que se enrosca en los collares de perlas de las amigas de mamá, y luego las ahoga y ellas también sacan sus lenguas, retorcidas de dolor, porque se asfixian. Esa niña, que es como mi hermana gemela, después agarra a mamá y la ahoga despacito, muy despacito hasta hacerla desaparecer. Y no quiero despertar. Y papá sonríe. Y Julia también.

Camuflado

 Nunca pensé estar aquí, dejándome acariciar por los rayos de esta tarde del 15 de Marzo. No negaré que la situación es incómoda, pero tampoco para tanto. La gente se queja mucho. Yo no. Atrás quedaron  investigaciones, pleitos y declaraciones a la  prensa. Ahora lo veo todo con otra cara. He dejado instrucciones concretas a Mercedes y los niños:  que no me llamen  al móvil , que no den pistas. Que no se muevan de casa y que salgan lo imprescindible. Si  los compañeros preguntan, estoy en Barbados , Belice o Suiza, como todos.

jueves, 18 de abril de 2013

Metamorfosis




-¡No están!, grita la voz del extraño que derriba la puerta y comienza a inspeccionar alcobas, armarios y balcones.
-¡Proceda!- ordena- y le sale una voz chillona, cobarde, que da paso a  un ruido seco y continuo de tiras adhesivas.
-Ya terminó- les consuelo- y repaso un vuelo menos agitado, más técnico. Me arrojo desde la lámpara, en picado. Veo su culo gordo envuelto en  el pantalón de tergal y extiendo mi aguijón cargado de rabia y veneno mortal. Debo ser infalible, así lo esperan ellos, que siguen mi trayectoria pegados al techo, con sus nuevos ojos facetados.

viernes, 12 de abril de 2013

Apariciones Marianas

No sé, murmura Manuela compungida. Ayer se quedó dormido como un pajarito después de darle la pastilla y hoy lo hemos encontrado así, sentado junto a la ventana, con unos lagrimones rodándole por las mejillas y repitiendo:
-¡Ya no se me aparece la Virgen!¡ Ya no se me aparece la Virgen!
 Y que le enseñaba las tetas si le daba veinte euros, fíjate qué disparate.
Eso es todo la falta de riego, que le está volviendo entre sensible y alucinado. O las medicinas, vaya usted a saber. A ver cómo le digo ahora que su Mariana, la masajista, cambió de residencia.