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lunes, 18 de noviembre de 2019

Abismos


Para asomarme al mirador, debo pisar la plataforma de cristal. Me acerco intentando disimular mi aversión a las alturas. Por suerte, el paisaje es abrumador: las barandillas son el anfiteatro de una cordillera picosa y escarpada tan cercana que parece que pudiera alargar la mano y acariciar las cumbres. La nieve, que ha conquistado todo el territorio, intenta sin éxito alcanzar algunas cornisas cortadas a cuchillo. Bajo la vista con lentitud, me inclino para observar las laderas nevadas y salpicadas de arbolado inmaculado. Una ráfaga de viento se inicia allá abajo, agita los árboles y sube hasta la plataforma. El gorro se me vuela hacia la cima y queda enganchado en un pico. Ondea agitado por el viento como si fuera una bandera. Nunca podré alcanzarlo. Es ya un objeto perdido.

  Comienza la explicación de la guía local que el resto escucha con atención. Finjo interés, pero estoy distraída: un buitre leonado me roza en su vuelo y me retiro, asustada. Me pregunto si anda rezagado o pasará aquí el  invierno.
El grupo permanece enfrascado en el gran plegamiento de la Era Terciaria y otras curiosidades alpinas. Aunque la nieve amortigua todo sonido, los habitantes dejan su huella palpable de manera que puedo divisar el salto de un conejo albino, camuflado de un modo perfecto si no fuera por un movimiento mortal que aprovecha un zorro hambriento.

Más abajo, un esquiador temerario o experimentado, desliza su minúscula figura zigzagueante por una pista improvisada. El silencio tiene una presencia inabarcable que es roto de improviso por el ruido cercano de botas y piolets,  pero que no llego a ver porque está justo bajo la plataforma. 

 El sol se cuela entre los picos, un guante de amarillo reflectante que aparece de improviso, se agarra a la barandilla. Le sigue su compañero y deja ver el casco del cuerpo del alpinista adornado de arneses, argollas y clavos. Le ofrezco mi mano, le ayudo para que pueda subir. Me da las gracias. Tarda unos minutos en recoger las cuerdas. El grupo de turistas, a los que pertenezco y que está de espaldas, no se ha dado cuenta.

 El hombre que ya se aleja con el tintineo metálico de su utillaje, ha d provocado en mi un desasosiego inesperado. Como un desgarro en el lienzo níveo y mortal de este paisaje de invierno. 

jueves, 14 de noviembre de 2019

Instrucciones para amar



Partamos de la base de que todo sentimiento es efímero, de ahí que lo que un día consideramos amable al siguiente pueda ser aborrecible. Elija la persona objeto de su amor y esté atento a sus rutinas y aficiones. Desconfíe de redes sociales. Es mejor que la persona elegida forme parte de su círculo de amistades o conocidos: le resultará más fácil y agradable. Hágase el encontradizo. Una mirada directa, una sonrisa franca y un roce físico con leve intención por su parte- y sin rechazo automático de la persona elegida- le dará seguridad para dar el segundo paso. Invítela a tomar una copa o un café, dependiendo de la hora del día.

 Muestre interés por esa afición que, si ha sido aplicado, usted tan bien conocerá y procure acortar distancias mientras desliza su brazo hacia el hombro que tenga más cerca. Estudie atentamente esta reacción puesto que será determinante: si se retira, deberá inventar una disculpa para abandonar el lugar y plantearse si quiere intentarlo más adelante o variar el objeto de su amor.

 En caso contrario, continúe: acaricie con suavidad su clavícula. Si no aprecia resistencia, sea valiente y atraiga el cuerpo de la persona hacía sí. Sienta el escalofrío y el placer de unos labios acercándose y buscando los suyos. Notará el cierre de ojos automático y el estremecedor latido de su deseo. Llegados a este punto, es importante buscar un lugar cómodo y adecuado para continuar el ejercicio. Recuerde que están en un entorno público y tendrá que supeditar el decoro a la urgencia.

 Si usted no tenía nada previsto, puesto que intuía que el ejercicio podría realizarse en dos partes o más, busque un buen hotel. No se preocupe ahora por compartir la intención: la persona amada se mostrará dispuesta a colaborar.

 Continúe el ejercicio desde donde lo dejaron: despoje de sus ropas a la persona a amar, busque el calor de su piel, tóquela, siéntala y lama sus recovecos. Verá cómo el recreo de la vista va perdiendo importancia frente a otros sentidos: tacto, gusto, olfato y oído. Si es varón, notará una hinchazón progresiva, circulación sanguínea anormal y actividad sensorial directa hacia su aparato reproductor. Si es mujer, sentirá humedad interior y exagerada actividad sensorial de difícil control no sólo en su aparato reproductor. Escuche los jadeos y susurre al oído: estimulan el deseo en un cerebro atento.

Acompase ese deseo al de su amado o amada. No tenga miedo ni se asuste del ritmo frenético que tome el ejercicio. Tarde o temprano acabará. Dependiendo del género la gráfica del placer será parabólica o expandida. Si están de acuerdo, repitan el ejercicio. Si están cansados, pueden dejarlo para sucesivos encuentros.  

Desconfíe de las expectativas exageradamente positivas consecuencia del ejercicio. No piense que el amor le vaya a durar toda la vida. Deberá cuidar con mimo y atención el objeto a amar a fin de que el sentimiento se mantenga. Recuerde: si pierde interés, deja de ser amado, si no se cuida, deja de ser amado, si se elige a otra persona, deja de ser amado. No descarte la posibilidad del desamor y no olvide la primera frase de la instrucción.