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jueves, 8 de diciembre de 2011

Aislamiento comunicativo

Hacía veinte años que charlaban por el Tuenti. Conocía su teclear ansioso, la mano febril deslizándose hacia el ratón, las caricias a través de la pantalla y los besos desde la webcam. Pero nunca se atrevieron a salir.

sábado, 19 de noviembre de 2011

El hombre en la Luna

A las 3 de la madrugada de aquel 21 de julio de 1969, 20 de julio todavía en Huston, miles de españoles trasnocharon para ver la retransmisión en directo de la llegada del hombre a la Luna. En el televisor, un hombre con ropas acolchadas bajó por la escalera y reposó su pie izquierdo en la superficie lunar. A esa misma hora, en el dormitorio de invitados de la casa familiar, la joven Isabel, asistida por el médico rural, daba a luz a un varón de padre desconocido al que pusieron por nombre Tomás.

  Ya fuera timidez, o más probablemente la ausencia del padre, el pequeño mostró desde sus primeros años un carácter introvertido que le hacía esconderse entre las faldas de su madre a la vista de extraños o perder juguetes en el parque por no tener la osadía de reclamarlos.
 Las pocas veces que conseguía envalentonarse,  le preguntaba a  su madre por su más tierna infancia, con la esperanza de que escondido en alguna anécdota  se colase de puntillas el nombre de su padre, a lo que ella resoplaba para contestar:

       - Naciste el día en que el hombre llegó a la Luna, si te parece poco. ¿qué más quieres saber?

Al empezar la escuela, el pequeño Tomás, que no era muy habilidoso con el balón, pasaba los recreos recorriendo el perímetro del patio y se entretenía contando los pasos que daba. A veces, encontraba  objetos como una goma roja para el pelo, un pasador plateado o un cromo de flores que iba guardando en una caja de cartón. Cuando tocaba la campana, Tomás respiraba aliviado, subía las escaleras a pares y se sentaba en su pupitre. Ocupaba uno de los primeros asientos, era muy aplicado y contaba con la simpatía de Doña Olivia, que  solía decir:

-         Ojalá fueseis todos tan observadores como Tomás.

 Las buenas intenciones de Doña Olivia, se volvieron contra el pequeño, que ahora resultaba ser antipático entre muchos compañeros. No así  Lucía, una niña menuda y algo torpona al andar, que se sentaba en uno de los pupitres del fondo. Solía llevar una trenza larga e impecable, negra como el tizón, que se deslizaba en movimientos ondulantes de cuello a cintura cada vez que Doña Olivia le mandaba subir a la tarima para recitar la lección o resolver un problema. Aquella mañana a Lucía se le resistió el resultado final del problema, así que  miró de reojo a Tomás, y en un descuido de la profesora le susurró:
-         Ayúdame, no lo sé.
-         Cuatro mil doscientos quince – le respondió en un hilo de voz.

 Con el tiempo, los recreos del chico se convirtieron en su momento preferido, gracias a la compañía de Lucía, a la que obsequiaba con los tesoros que fue acumulando de sus paseos por el patio. No obstante, en ocasiones se sentía incómodo cuando Lucía le confesaba que era la favorita de su padre o que éste le llevaba a la sesión matinal de cine para ver películas de la pantera rosa.
Una tarde de primavera, cuando volvían a casa, se asomaron al pequeño riachuelo que había cerca del colegio. En la orilla coleteaba un grupo de renacuajos. Lucía, acaso aguijoneada por la curiosidad o tal vez estimulada por los lazos que da la confianza, le dijo:
         -    Fíjate Tomás, estos renacuajos tampoco conocen a su padre y no parece que les   de mucha vergüenza.
              
El niño se sonrojó, y, tras una medida pausa, contestó de carrerilla:

    -         Mi padre fue uno de los hombres del Apolo 12. No pudo venir a verme nacer porque ese día, estaba en la Luna, trabajando. Todo el mundo les vio. Al regresar a la Tierra estaba tan ocupado en los Estados Unidos, que tuve que esperar a mi Primera Comunión. No pudo  llegar. Mi madre no me quiso decir nada hasta  el día siguiente, pero había recibido una carta en la que le decían que mi papá había muerto de una enfermedad  por el  polvo lunar que trajo de su viaje y que le infectó los pulmones.

Lucía bajó los ojos, decepcionada, mientras Tomás la miraba de soslayo y comprendía su error. Podría haberle dicho la verdad, que no lo sabía, que no se había atrevido todavía a preguntarle a su madre, que lo haría más adelante, que en su casa nunca se hablaba de aquello. Podría en fin, haberle contado las historias que había imaginado para el personaje de su padre: un marqués, un millonario, un bandido o un trapecista de circo. Pero aquella de un padre en la luna le pareció tan heroica, tan buena que aprovecho la única oportunidad que tuvo para contarla.
A partir de entonces, hasta mucho más adelante, los recreos volvieron a ser monótonos y solitarios. Lucía recuperó su grupo de amigas y se fue separando poco a poco de la compañía de su amigo. Y Tomás, con la férrea determinación que da la lección aprendida, abordó por primera vez  a su madre para preguntarle por el paradero y la identidad de su padre.

miércoles, 26 de octubre de 2011

Testigo incómodo

El comandante de la guardia suiza nunca llegó a cruzar el umbral. Cayó herido de muerte, durante el saqueo. Y se anuló la  audiencia de urgencia que había solicitado.
 El resto del ejército fue retrocediendo hacia San Pedro conforme aumentaban las bajas. Sólo nos libramos cuarenta y dos, que rodeamos al Papa en el altar y le ayudamos en su huída hasta el castillo de Sant’Angelo. Yo fuí por detrás. Y  le vi, mi cardenal,  caer en el puente y comprobé que estaba herido de muerte. Una flecha le atravesaba el pecho. Una flecha disparada desde el ángel de bronce. Por mandato divino o por un asesino. Por eso desconfío, señor. ¿O no se ha fijado en el acento español de este Clemente?

sábado, 8 de octubre de 2011

La Inercia

Reunidos en sesión secreta y extraordinaria, la Real Academia de lo Políticamente Incorrecto, en adelante RAPI,  debatía sus estatutos:
-Aceptaremos niños, hijos, padres e incluso miembros como sustantivos colectivos –comentó el profesor.
-Se sustituirá “contabilizar” por “contar”-explicó el banquero.
-Bajo ningún concepto se aceptará “optimizar” como sinónimo de “mejorar” -afirmó el patrón.
-Un contenedor de papel de oficina es una papelera –clamó el administrador.
-Un sistema de descanso es un colchón –exhortó el vendedor.
 -Un sistema financiero es un fraude- rugió el instigador. 
Y un incómodo silencio recorrió el despacho. El más veterano alzó la voz y dijo gravemente:
 -  Quizá todavía no estemos preparados.
 Los miembros y miembras de la RAPI se miraron unos a otros,  unas a otras,  unas a otros y unos a otras. Cabizbajos, cabizbajas, cerraron sus carpetas y aplazaron la sesión,  sine die.

martes, 23 de agosto de 2011

Aristogamias

Aquella madre pertinaz había acabado con las expectativas de todos sus congéneres. Su avidez de fertilidad le había llevado a esclavizar al resto de la comunidad. Los hombres se organizaban para saciar su apetito según estrictos turnos y los que ya habían cumplido, si no habían perecido en el lance, esperaban  unas horas hasta que se los llevaba  la muerte. Las mujeres sufrían de esterilidad espontánea, a fin de poder criar la ingente prole de bebés que le nacían a la otra en cada alumbramiento.
Aquella madrastra también arrastraba su propia cruz: destinada a ovulaciones, coitos, fecundaciones y embarazos sin límites; su existencia estaba limitada a una habitación hexagonal, donde permanecía asistida por una recua de matronas que atendían sus partos y curaban  las llagas de tantos lustros de postración en la cama.
A pesar de los cuidados y atenciones a la eterna parturienta, no exhalaba sino amargura. Cerraba los ojos  la  para no ver nacer a sus hijos. Cuando intuía que se los llevaban,  les despedía con una mirada cargada de extrañeza.
 Tal vez nunca le pasó por la cabeza que si bien su sacrificio era extenuante, no lo era menos para el resto de la comunidad el mantener aquella caprichosa civilización que hizo aguas cuando Elena - la mayor de las  matronas-  harta de malas caras, secuestró al asistente Antonio para ella solita y se lo contó al resto.

lunes, 13 de junio de 2011

Entrevista con el pirómano.

-¿Y cuándo será el incendio?
-Ocurrirá al atardecer, de manera inesperada. Será global. Como todo incendio, tendrá un carácter purificador.
-¿Contaremos con bajas?
- Sí. Con las de resistentes, dependientes, e insostenibles pero también con las de los desafortunados.
-¿Quiénes sufrirán más las consecuencias de la quema?
-Todos por igual, los enlaces que nos unían desaparecerán. Al principio andaremos perdidos, como abandonados en un desierto. Nos resignaremos y descubriremos las bondades de la falta. Recuperaremos el sentido de la realidad. Quizás construyamos algo nuevo, más puro y elemental. Finalmente nos adaptaremos, como las ratas.
¿Cuestión de supervivencia?
-Cuestión de supervivencia.

jueves, 26 de mayo de 2011

Pesquisas a la muerte de Pablo Gonz.

La pistola con el dedo todavía en el gatillo, el estupor de la asistenta y el desconsuelo de la esposa indicaban que se trataba de un suicidio. Pero unas tijeras en el cubilete del escritorio y un callo en el dedo corazón de la otra mano, desvelaban el perfil de un asesino descuidado o que no conocía demasiado a su víctima.

martes, 3 de mayo de 2011

Olvidados

Es media tarde en el pueblo junto al lago. En la pequeña tienda de Sebastiano, un turista rezagado entretiene la espera entre carísimas corbatas y pañuelos de seda. Tiene acento francés. A Sebastiano se le nubla la vista y se le acalora la frente. Suenan los motores del ferry y el extranjero marcha con andar precipitado. El trance ha pasado y el hombre cierra la tienda. De vuelta a casa, se contempla en el lago que guarda su secreto. Hace tiempo que otro extranjero le descubrió su sombra. Lo curioso es que nadie preguntó por él. Ni por los que vinieron después. Desde entonces Sebastiano malvive entre el deseo y la conciencia. Cuando el deseo le vence, marcha a descansar a la Riviera  para volver atrapado entre negras pesadillas. Se sentiría más aliviado si alguien preguntara por ellos.

martes, 19 de abril de 2011

Pep, un payaso en prácticas

-Mire usted, al cruzar la puerta ya me han manchado el pantalón con sus helados de crema y me han robado la nariz de goma. Aún así, he comenzado mi representación,  no me negará que bastante ingeniosa y edificante. Al poco rato  me han desconcentrado, corriendo de aquí para allá , burlándose y sacándome la lengua. Todo para ver soplar cuatro velas de una tarta gigante y abrir esos regalos que andan esparcidos por el césped. Para terminar, me han humillado arrojándome a una piscina cubierta de globos justo cuando venía a recogerme mi novia. No me culpe señora,  de que ahora lloren desconsolados sólo por contarles toda la verdad sobre los Reyes Magos.

viernes, 15 de abril de 2011

Eugenesia

Allí solo rodeado de sus congéneres, que no eran como él, recibía el premio por la magnífica interpretación de sí mismo. Tras un breve silencio, con algún que otro carraspeo,  el publico esperaba las palabras de agradecimiento. Su madre -una provocadora- sonreía cómplice. Pero el único ejemplar con trisomía del par 21, comenzó un embarazoso discurso acerca de especies en vías de extinción, a la vez que maldecía a un tal Francis Galton  que se hacía pariente de Darwin.

sábado, 2 de abril de 2011

El cuento de hoy

Mientras Shoemaker dictaba las nuevas medidas a tomar, los mendigos del barrio de Cindinero se quejaban amargamente. Sin embargo, arriba, en el palacete del Edén de Aquísihay, los príncipes -entre ellos algunos simpáticos mediáticos- brindaban felices. Esta vez tampoco les tocaba a ellos y nadie miraba.

domingo, 20 de marzo de 2011

Estudiando miradas: El hombre asimétrico

El hombre asimétrico tiene una doble mirada a descifrar a cada lado de su rostro. La mitad izquierda que mira descaradamente al frente muestra un ojo inquieto e interesado por todo lo que le rodea. Es su lado crítico, introspectivo, analítico y depredador. El que atrapa los momentos, los disecciona y estudia para pasarlos al ingente archivo de su prodigiosa memoria. A veces puede llegar a ser incluso fisgón, pero su condición de persona educada hará que al menor atisbo, disimule de manera que solo otra mirada de semejante naturaleza pueda darse cuenta. Se dijera que mientras te mira indaga en tu pasado para aventurar tu futuro. Es esa mirada que a veces se levantará por encima del hombro según el interlocutor, es la mirada orgullosa del bien nacido y por supuesto, cultivado. Es también la del quisquilloso en lo cotidiano, con la intendencia siempre organizada, pero no por él. Es la del ojo que mirando yo también un poco más allá –jugando a su juego- muestra el hombre que fue: la del niño alegre que sabe y quiere saber más, la del optimista nato.
Me lo imagino como contrapunto entre el resto de sus hermanos, porque tiene hermanos o los tuvo, quizás más serios y comedidos, más formales, pero no parece la suya una mirada de primogénito.
La mitad derecha, por el contrario, es el mostrador de un ojo agotado con el párpado ligeramente caído que ya vio, ya analizó, ya elaboró sus conclusiones y ahora vende cansancio y decepción. Es el hoy, el ahora y lo que vendrá. También muestra una enorme capacidad de trabajo y disciplina. Desvela pues, que su inteligencia se ha alimentado a base de esfuerzo, que no creció estéril aquella mirada de juventud.
No veo en su rostro el menor asomo de cinismo, sino más bien la madurez del prudente, que siendo antes más espontáneo, ha decidido ahora juzgar interiormente y evita manifestar sus opiniones. Eso ya lo hizo en el lado izquierdo, en su derecho mejor dicho. Ese ojo suyo de su izquierda, (de mi derecha) tiene largo recorrido y habla también de las renuncias que suceden a la decepción. Es el ojo que ya no se fía, el del ya no más fraternidades o amores. Con admirable sentido de la congruencia, ese lado más sabio o escarmentado ha comprendido la propia identidad de la persona a la que pertenece, quién realmente es o se cree. Y a diferencia de otros, ha decidido ser generoso, por eso ya no engaña ni se engaña. Por encima de la comodidad y el egoísmo de la compañía ha optado por la soledad. Anteriores experiencias le enseñaron que la persona con un objeto intelectual no debe tener ataduras, porque la materia de su interés es tremendamente celosa y absorbente. Tampoco debe tener hijos, porque esa materia es en sí un hijo egocéntrico que no crece y requiere constantes atenciones. Ese hombre asimétrico que no se esconde - su mirada es tan desgarradoramente desnuda- despertará en tí sentimientos de compasión, admiración o ternura. Con el tiempo incluso un incontrolado impulso de amor. Intentarás acercarte más, con estúpida intención redentora. Y en esto radica precisamente la miopía de tu enfoque, porque el hombre asimétrico te lo ha dicho todo –que no quiere nada- y a tí no te lo parece.

jueves, 17 de marzo de 2011

Alunece

Nocturno espectral,
se levanta la espada
de color plata.

martes, 15 de marzo de 2011

Electro 2 .0

 Al despuntar el día abrió la ventana. No había mensajes. Bajó a la cocina y desayunó con el cartón de leche en la mano. Subió de nuevo. Ahora sí, recibió la noticia. Su compañía suministradora le premiaba con 12000 kilovatios extra. A pesar de la escasez, podría navegar un poquito más. Ojeó el periódico, las energéticas aumentaban sus beneficios pero aconsejaban un uso racional de los recursos. En una esquina se daba cuenta de la subida de la temperatura global y las consecuencias para los cultivos en países poco desarrollados. Un pantallazo le avisó de un nuevo correo. Al llegar la noche, encendió la luz de bajo consumo.

domingo, 6 de marzo de 2011

La sustituta

    Me llamo Patricia Hidalgo y soy la  secretaria del consejero D. Ramón Fernández, principal accionista de nuestra empresa, Fernández y Asociados. En principio mi  trabajo que no se distinguiría del de cualquier otra secretaria de dirección,  salvo por el hecho de que siempre estoy presente en las reuniones que atañen a la contratación de personal cualificado. La mayoría creen que mi fama de disciplinada,  capaz,  trabajadora y rigurosa, han hecho que D. Ramón me tenga en tan alta estima, que no permite ninguna contratación importante que no pase por el tamiz de mi juicioso criterio. Esto tiene algo de verdad, es cierto que D. Ramón tiene muy en cuenta mis opiniones,  pero no es por otra cosa que por un extraño talento que tengo para ver en los otros su talón de Aquiles. D. Ramón,  que como buen empresario tiene un instinto depredador, ya se fijó aquella vez que imprudentemente comenté que el nuevo gerente, no duraría un invierno:  a pesar de su brillante currículum era una  persona tremendamente indecisa.
Todos se rieron menos D. Ramón que me observó con curiosidad. El sabía que solo me había cruzado con él en el pasillo (pero una mirada, un gesto descuidado, son suficientes). Pocos recordaron el comentario cuando el gerente fue despedido y nadie relacionó el ascenso con aquella anécdota. Malas lenguas hablaron de mi frialdad y escasa empatía con algunos compañeros pero nada de eso ha empañado mi estrella. A día de hoy he resultado ser una empleada infalible; cuando realizamos la entrevista final, aparezco en escena, sentada junto al jefe con las manos sobre las rodillas y un bloc. Parece que no miro, que estoy ausente, que tomo notas sobre otros asuntos más importantes que esa entrevista, pero cuando cruzo los brazos sobre el pecho, la entrevista ha terminado y yo ya he descubierto su debilidad.  Es entonces cuando el director, a solas, me pregunta:
-         Bueno, Patricia, ¿qué tenemos?
A lo que yo respondo:
-         Una persona cargada de deudas, Sr. Fernández.
-         Lo cual supone una dedicación sumisa ¿me equivoco? – mi jefe aprende rápido-.
-         No se equivoca,  señor –respondo-
-         De acuerdo, que  lo contraten.
Esta mañana, sin embargo, me encuentro especialmente nerviosa.  La joven Regina Conde espera su oportunidad. Ya he cruzado los brazos, ya me ha visto y ya hemos descubierto nuestra idéntica naturaleza.

Aquella foto



  Mira lo que he encontrado haciendo limpieza. Eran las fiestas del Carmen, tendrías unos 8 o 9 años. Estuvimos paseando entre polvo y bullicio por las atracciones de feria. Os subí en el tío-vivo y poco después tu hermano y tú os empeñasteis en montaros en aquellos caballitos de cartón-piedra cubiertos de piel de potro para sacaros esta foto. Bueno, os sacaron una a cada uno pero la de Toñete se perdió. A él le pusieron un sombrero cordobés y lo montaron en el caballito pinto, que era el que tú preferías. Llevaba un pantalón muy corto, a la moda, con un camisero a rayas. Lo retrataron mirando a la cámara con el semblante muy serio, (algo raro en él, por eso lo recuerdo tan bien) y con el cuerpo ligeramente inclinado hacia atrás. A tí te montaron en ese otro de pelaje castaño que eleva ligeramente una de sus patas del suelo, como si estuviera dispuesto a galopar. Llevas el vestido que te hice aquel verano: era de una  loneta blanca salpicada de motivos marineros en azul y rojo. Al cortar la tela me equivoqué de manera que barquitos y anclas se mostraban hacia arriba, como estrambóticos paraguas. Te me habías enfadado muchísimo pero en aquel tiempo por pequeño que fuera el trozo de tela no iba a desperdiciarlo, así que logré convencerte de que apenas se notaba.
   En la foto apareces sonriente, ajena al objetivo y con el rostro medio oculto entre mechones que alguna brisa te desato de la coleta. Llevas las riendas entre las manos sin mucha convicción. Detrás de ti hay mucha gente mirando y en primera fila un niño entre sus dos hermanos (todos visten igual) a los que aparta extendiendo los brazos, te  mira embelesado. Tal vez envidiaba el caballito en el que estabas montada.
 ¡ Anda, no me digas que no recuerdas esta foto!
  Pero yo no veo ni fiestas del Carmen, ni niña ausente, ni niño embelesado, ni caballito de cartón, ni vestidito con barcos que son paraguas. Yo me estremezco cuando veo aquel rostro de mirada oblicua  que se vuelve hacía mí. Está colocado en un segundo plano, en el extremo izquierdo de la fotografía y entonces ya recuerdo todo: Mi madre yendo a por mi hermano para bajarlo del caballo. Yo de pie, esperando. El hombre que se acerca sigiloso y me agarra fuerte del brazo. Yo mirándole y él llevándose un dedo a los labios para que calle. Yo volviéndome hacia mi madre con mi hermanito de espaldas y él arrastrándome. Y queriendo gritar y no pudiendo y ya al final gritando: ¡Mamá, mamá!,  porque no te veía y el soltándome de golpe y huyendo despavorido.
  Y tú mamá, corriendo hacia mí y regañándome porque me alejé y diciéndome que si te pierdes algún día podría llevarte un hombre como el del saco  y  que sea la última vez que te alejas tanto de nuestro lado.

En el Museo

-¡Acelera!, hemos quedado a las 8.30 en el museo. ¡Espabila o nos quedamos sin visita guiada!
Así eran las vacaciones con Berta: de mañana, la ruta cultural y al atardecer, si no había que contemplar una magnífica puesta de sol en algún acantilado de difícil acceso, había que saborear el ambiente de un trasnochado café de muy renombrada solera. Estaba harto, así que hoy jugaríamos al escondite: comenzada la visita, ví abierto uno de los sarcófagos y no me lo pensé dos veces. Después, algún empleado hizo el resto. Y aquí estoy esperando hasta mañana. Por cierto, ¿hoy es domingo?