Como el aguacero que comienza con pequeñas gotas hasta provocar una inundación. Así suceden los cambios; un abdomen que se ensancha, un niño que nace, una excedencia que se prorroga mes a mes. Y un padre que asciende, conforme va creciendo el niño. Ese que se cría tan bien desde que su madre lo ha dejado todo para atenderlo. Ese ascenso que engorda la cuenta bancaria y los regalos a la abnegada madre, que plantea al de un par de años, agobiada por el olor a Nenuco y las conversaciones de parque sobre nutrición infantil, que quiere volver al trabajo.
Y tras la declaración, un ceño fruncido, una mirada nueva que comienza a vomitar con ira:
-¿Para qué?¿Acaso no tienes suficiente? ¿No ves que en este barrio ya no trabaja ninguna? ¿Quieres volver a los tiempos de tu madre? ¿No te alegras de poder decidir con plena libertad, sin personas ajenas cómo educar a nuestro hijo?
Este es el relato que envié este año para el proyecto de la Diputación de Gipuzkoa, Kultur Dealers, en su tercera edición
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