FOTOGRAFIA DE JIM KAZANJIAN
Hace unos minutos que retrocedió la tormenta y la carbonera, que abandona la cabaña, busca la barca y no encuentra más que el cabo deshilachado junto al noray. Recorre la minúscula isla en un par de minutos pero no hay rastro del balandro; la bajamar hubiera descubierto las maderas astilladas. Sentada sobre la roca, junto a la cálida fragua, una nube deja pasar el rayo de luz que ilumina la silueta de la barca, como una sombra chinesca recortada en el horizonte. Y la carbonera, que encierra la cabeza entre sus manos, piensa en el carbón consumido, en el último estertor de humo, en la boca de agua que deja de manar. Y la masa inabarcable del océano que se desvanecerá en unos días, por entre las grietas de una playa sedienta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario