No sé, murmura Manuela compungida. Ayer se quedó dormido como un pajarito después de darle la pastilla y hoy lo hemos encontrado así, sentado junto a la ventana, con unos lagrimones rodándole por las mejillas y repitiendo:
-¡Ya no se me aparece la Virgen!¡ Ya no se me aparece la Virgen!
Y que le enseñaba las tetas si le daba veinte euros, fíjate qué disparate.
Eso es todo la falta de riego, que le está volviendo entre sensible y alucinado. O las medicinas, vaya usted a saber. A ver cómo le digo ahora que su Mariana, la masajista, cambió de residencia.
Eso es todo la falta de riego, que le está volviendo entre sensible y alucinado. O las medicinas, vaya usted a saber. A ver cómo le digo ahora que su Mariana, la masajista, cambió de residencia.
Me pregunto si la fisio sólo cambió de centro o también de profesión. ;-)
ResponderEliminarMuy bueno, Ana.
Un abrazo.
Bueno, viejillo a viejillo a lo mejor se sacaba un sobresueldo. ¿no?
EliminarAbrazos, Pedro.
Que me gustan estas historias de apariciones marianas... En este enlace anda una mía, jejeje, ¡qué casualidad!
ResponderEliminarhttp://elnoticiariocritico.wordpress.com/2013/02/06/seis-microrrelatos-de-david-vivancos/
Gracias por pasarte por Grimas y leyendas (indignadas) y comentar.
Un abrazo,
D.
Encantada de pasarme y conocer el blog. !Ah! y no se me pasó la entrada de las apariciones.Qué pena de angelotes.
EliminarUn abrazo
Con esta frase no me animé. Le has sacado chispa con tu micro, me gusta la vuelta que le has dado a la frase.
ResponderEliminarBesitos
Gracias, Ely. Una ocurrencia como tantas.
EliminarBesotes.