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jueves, 17 de julio de 2014

El hijo de Mowgli


Este micro que me vino a la cabeza pensando en la vuelta al cole.

A veces se torturaba. Ocurría durante esas mañanas en las que el sol iluminaba el rostro de su esposa, ajado por la pena del bebé desaparecido, con la mano apoyada en la cunita, la que año tras año se negaba a retirar. Entonces volvía la culpa por el secreto no revelado.
 Despertaban en su memoria recuerdos de una noche estrellada, con el bultito en los brazos, que depositó con cuidado junto al  árbol en el que jugara con Balú. Y la vuelta a casa, con el corazón en un puño. A veces surgían las dudas. Pero el pensar en  aquella infancia vivida, indómita y salvaje, al amparo del oso y la pantera, le convencía de haber  hecho lo correcto. 
Imaginaba los chapoteos de su hijo en el río, las carreras, los bailes con los monos estúpidos. El miedo al tigre.
 Y entonces, apartaba con la mano las moscas y volvía a su labor en el huerto mientras  imaginaba al niño que desafiaba al tigre y volvía hecho un hombre a  la aldea, para recibir el violento abrazo de su madre, ya consolada.

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