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martes, 21 de enero de 2014

Reminiscencia

Pero esta vez, ella lloró. Y no fue un  sucedáneo sanguíneo o lechoso. Nacían ordenadamente, una tras otra. Formaban filamentos cristalinos, zigzagueantes, que regaban y vivificaban sus mejillas. El incesante manar inundó el escenario. Las bocas se abrieron al asombro. Yo, que me negaba a dar crédito, buscaba el truco, la miraba con dureza. La mujer, ajena a mi reproche, mantenía el trance. Fue un instante, un parpadeo, pero viéndola allí con el cuerpo abandonado, me pareció sentir algo añejo, milenario, de regusto amargo. Semejante a aquello que, decían, hacía brotar las lágrimas.

2 comentarios:

  1. Y en cuanto puedan volver a llorar de risa...

    Besos Ana.

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    Respuestas
    1. Tienes razón, en esas lágrimas no había caído, yo.
      Besos

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