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viernes, 13 de septiembre de 2013

Desidia

Con esta entrada doy por inaugurado el curso escolar, que ya era hora.

Una bala  en la sien, que no me remató siendo niño en una cacería,  me distinguió para siempre de los demás e incluso llegó a inspirar miedo en mi propia madre, que veía aquella burla a la muerte como cosa del diablo. Los médicos aconsejaron no extraerla puesto que traería complicaciones. La herida cicatrizó y cuando me la acariciaba, podía notar el pedacito de acero que  quedó oculto tras una protuberancia semejante a un grano. Pero desde entonces y como sospechaba mi madre, algo sucedió (aparte de tener una verruga más) y es que puedo vaticinar catástrofes, defunciones e incluso enfermedades graves con causa de muerte. Yo creo que mamá me lo nota, como cuando me comentó que al tío Cipriano le habían  diagnosticado un cáncer –años después de yo saberlo, todo sea dicho-  y yo respondí sin apenas darme cuenta: 
  -Mucho han tardado, madre.
 Ella con los años se ha resignado, pero yo sé que está resentida, podría haber tenido un héroe en el pueblo, hacer una buena boda y comentar mis pronósticos a sus amigas en la plaza. Hay veces, cuando está enfurruñada conmigo por alguna desgracia que no le he adelantado, me reprocha:
  -Ay, hijo mío, esa vagancia tuya hará que te despreocupes por todo.
 A lo mejor tiene razón. Quizás mañana le comente que vaya arreglando los papeles y deje todo atadito. Porque a Diciembre no llega. Fijo.