Rutinariamente, intercambio sus pulseras identificativas. No tienen ni pasaporte ni tarjeta de residente. Así, Nancy es Lesly, Barbie es Kitty, Rosaura es Gisela. El negocio es más rentable y el cliente no se da cuenta: recuerda los nombres pero no sus caras. Es importante que los cambios sean sucesivos. Con paciencia y perseverancia ellas olvidan hasta el de pila. Sólo entonces conseguimos la muñeca perfecta.
Y Gisela, apilada con las demás en el cuartito oscuro, la espalda contra la puerta, la manos entrelazadas, se entrega a su letanía: Beatriz, me llamo Beatriz.
Qué imágenes más duras transmites con esta entrada Ana, te felicito por la forma de tratar el tema, en ningún momento se nombra pero todo queda tan claro...
ResponderEliminarUn abrazo desde mi mar,
Era uno de esos relatos que mandé a Rec hace tiempo. Lo recobré haciendo limpieza :-D
ResponderEliminarUn abrazo, Yashira.
Duro y aterrador, igual que la realidad que refleja.
ResponderEliminarBesitos
Supongo que la realidad será basante peor en muchos casos.
EliminarBesos